Volvía yo una madrugada, más melancólico que borracho remotando esas callecitas de San Telmo cuando me encuentro con un pibe, otro yo. Borrachos y melancólicos caminamos juntos como viejos amigos que vienen de darle pelea a la noche, de darle pelea y perder por goleada.
La noche se hacía día y él o yo, vaya a saber quien, arrancó con "mañana de sol..." y fue cantar hasta Estados Unidos o Independencia donde cada uno siguió cantando por su lado.
Mañana en el Abasto, una canción que se instala en la cabeza y se repite, en loop vinílico con su ritmo cancino y su batería repiqueteando el tono monocorde de Luca, mientras él escucha el tren y baja al subsuelo para (re)descubrir nuestra historia; nuestra única identificación de lugar y momento, esa nación redentora de embajadas en cada esquina, el barrio.